sábado, 10 de abril de 2021

Nathan Alterman / Primera sonrisa









Ni con promesas desesperanzadas
ni con palabras muchas me convoques:
vuelvo hacia ti, a tu umbral regreso
por todos los caminos en que he andado.
El viaje, agotador y pobre, te exime
del exceso de palabras y todo, 
todo ahora se aquieta y se disuelve.
Tú estás aún y viva está la noche.
Entre la multitud, lanzando puños,
hay muchas, muchas cosas en el umbral
del corazón —y viva está la noche,
iracundos sus bosques y las sombras
se subliman desde las chimeneas
lanzando gritos de animal cautivo.

Si solos y dolidos en las rondas
del insomnio tus ojos se han quedado,
si tu nombre —tres sílabas cantables—
cerrado está, cargado y silencioso,
dile al silencio que asesina llantos,
díselo a esta, tu tristeza antigua,
que han de volver a ellos siempre, siempre
con las manos vacías —de los fuegos,
de las humeantes, bélicas ciudades,
para abrazarlos, quizás, una otra vez.

Grandes. Enormes, los tiempos del final.
Apaga tu candil. ¡La luz suplica
por descanso! Despliega tu silencio.
Los espacios navegan y respiro
el aire de una altura enloquecida.
¡Tú! ¡Jamás estuve en ti! ¡Eres mi mar!
¡El aroma salado de la patria!
Y aun así de pronto me atraviesa
tu recuerdo, como un salto felino
en un vuelo de puertas y de vientos,
con tempestuosa dicha y alas rotas.

Lo supe: me esperabas. En la sombra,
en dentellada trémula de labios.
Escuché tu susurro desmayado
galopando a la par de los caballos,
oculto en los carruajes. Más de una vez,
en los vahos de fastos solitarios
y en la mesa mi testa agonizante,
te vi aparecer en una esquina.
Ya todos se habían ido y tú, en la sombra,
para aterirme con tus frías manos.

Pues silentes, los años han pasado
por tu ventana y en el alhajero
olvidados están aquellos aros,
tu rostro ya esculpido por la dura
delgadez del témpano. Como un sueño,
frágil, vienes a mí frente a un paisaje
que extiende una pantalla de incendios.
Guardaste para mí lo más preciado,
lo perfecto: el ruinoso mendrugo
de tu pena, la luz de tu sonrisa
primera, que se alza —para morir.




Traducción: Gerardo Lewin


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