Dita se acostó
con Guigui,
el amigo de Rico.
Se puso nerviosa cuando él se refirió al sexo
usando la palabra fornicación.
Le causó franca
repugnancia su pregunta
—una vez
terminado el asunto—
acerca de cuánto
placer obtuvo
en una escala del
cero al cien.
No había tema sobre el cual
él no pudiera emitir alguna opinión.
Comenzó a perorar
acerca
del orgasmo
femenino, afirmando
que es más espiritual
que físico.
Descubrió luego un
suculento mosquito
parado sobre el
hombro de ella.
Lo aplastó. Lo
limpió
con un crujido
del periódico
y se quedó
dormido boca arriba.
Los brazos en
cruz, a lo ancho,
no dejaban lugar en la cama.
También su
miembro se encogió,
desvanecido, y un
mosquito se posó encima.
La venganza sangrienta.
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