Cuando habías logrado que tus hijos desarrollaran
alas y branquias, los arrojaste lejos.
Recostada sobre la barandilla del barco
resquebrajado y tambaleante,
los observas, diminutos y lejanos,
aproximándose a una tierra que les extiende los brazos,
y mientras que una enorme piedra, finalmente, se deshace
en algo sigiloso, semejante a la felicidad –
una mano pequeña tira del faldón de tu vestido.
Traducción: Gerardo Lewin
No hay comentarios:
Publicar un comentario