Mantén tu palabra: regresa al hogar con el ocaso y entrégate al corazón. Eres hombre, estás cansado, guardas mínimas nostalgias, máxima misericordia y un miedo que zarandea nuestra casa como a una barca.
De no ser por la ropa limpia y tu marcha, demasiado recta, se podría pensar que no deseas volver. Pero la mujer está muy cerca y son seguros sus pasos. Así, te dan la bienvenida pocos, tan pocos ojos.
El sol ha estado durante todo el día, llegas con la oscuridad. Hay un hilo conductor entre el tiempo aquel de la locura y éste de las casualidades.
Las palabras que dices se evaporan. Que amas a ese árbol que florece allí fuera porque te recuerda otro árbol y otro florecer. Que amas a la mujer que se quedó acá dentro, atormentada.
Enhiesto y sudoroso, nunca mientes, y así la vida es bella por incómoda. Confundes una puerta con la otra como si fueras un huésped ocasional suspendido en un atasco, entre el terror y el espanto.
Traducción: Gerardo Lewin
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