En 1942 dibujé un círculo
y me quedé allí dentro
hasta que cayeron las lluvias.
Ese día se anegaron varias casas
y dos personas por poco no se ahogaron.
Volví a casa y dije: soy yo
el que hace que llueva.
Mi padre me dio una cachetada
y dijo: y yo, que caigan sopapos.
Una semana después, mientras estaba
sin nada que hacer hasta el mediodía,
fui visitado por palomas
que expresaron su amor por mí.
Al otro día fui a la escuela.
Había orado por un terremoto,
pero estaba dispuesto a conformarme
con un eclipse de sol.
Llegué y el portero estaba allí,
en la entrada apostado. Alrededor, silencio.
Ni profesores ni ignorantes,
aclaró el portero con un cantito
e irrumpió en una danza con su escoba.
Huelga.
Regresé ese mediodía a casa y dije:
Soy yo el que trae la huelga.
Mi padre me preguntó:
¿Puedes también traer dinero?
Contesté que mis poderes sólo alcanzaban
a las cosas del espíritu.
Esa noche oí cómo le decía a mi madre:
Este hijo nuestro, no está en sus cabales.
Era apenas un niño y no alcancé a comprender
el pleno significado de aquella expresión,
pero la magia de sus palabras
me acompaña hasta el día de hoy.
* Refiere a una conocida plegaria: "el que mueve los vientos y hace que llueva", y es uno de los atributos divinos.
Traducción: Gerardo Lewin
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