lunes, 26 de febrero de 2024

Eli Hirsh / La primera vez






Y por supuesto, te mostré mis poemas. Vale decir,
te leí algunos. Según recuerdo, mi voz temblaba,
pero tú la recuerdas firme y expresiva. Fue todo
bastante rápido, durante las primeras semanas
de estar juntos - quizás, incluso, ese fin de semana

inaugural, cuando me visitaste en Guivatayim,
en el departamento, al principio;
vale decir, un poco antes o un poco después
de habernos acostado por primera vez:
aquella vez confusa, incomprensible y olvidada.

Yo pensé que leerte poemas era necesario y agradable,
espontáneo, narcisista - y quizás, también,
un tanto intimidante. Pero te gustaron, creo.
O por lo menos, no los rechazaste. Lo más certero
sería: no lograron que me quisieras menos.

No fuiste demasiado crítica, pero tampoco mostraste
excesivo entusiasmo. Yo siempre amé exactamente eso:
tu aprobación silenciosa y esa mirada seria, abierta
aunque también capaz de cierta frialdad, de distanciarse,
precavida, ante la literatura, el arte y la cultura en general.

Eso me tranquilizaba: la primera vez que tocaste
mi cuerpo desnudo, la primera vez que leíste
un poema mío, la tensión que sentí,
la tensión que sentías y ese momento leve,
vacilante y amoroso de estar juntos.




Traducción: Gerardo Lewin

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