jueves, 8 de mayo de 2008

David Avidan / Súbita noche





























A un hombre viejo - ¿qué le queda en la vida?
Despierta al día y en él el día no despierta.
Con paso lento va hacia a la cocina
en donde el agua tibia le recuerda
que a su edad... a su edad...

Un hombre viejo - ¿qué encuentra al despertar?
Despierta un día de verano y es otoño,
ya tinto de nocturna luz en su piecita.
No ha vuelto todavía, por el pasillo, de su viaje
y allí quedó pensando... pensando...
¿qué hacer ahora y qué leer?

Un hombre viejo - sus libros, ¿qué dirán?
Los vientos páginas arremolinan, señalando
secretos en invisible tinta
acerca del próximo final,
frases que le serán en breve reveladas,
el brillo en su mirar herido
y en su vasta experiencia

a un hombre viejo - ¿qué le queda en los ojos?
Si se concentra asomará el recuerdo de un conflicto
olvidado, sed por la contradicción, talento
y posibilidades escarpadas
hasta que el día del olvido esté cercano.
Y ya por su garganta suben,
exploradores cautos,
sus más seguros carraspeos,
como el rugir de un tigre joven en otoño...

Un hombre viejo - ¿dónde hallará sus tigres?
Saldrá de caza un día de estos
cuando ya el verde se torne verdinegro
con fuerza ingente y menguada experiencia
saldrá a cazar un día de estos
los años que deje por detrás
como una larga ruta, desierta, 
no transitada
por un loco vehículo
que él mismo conducirá
al acecho
del tiempo que ya se le ha acabado...

A un hombre viejo - ¿qué le queda a su edad?
Dormitar, porque teme dormir.
Sus entreabiertos ojos adivinan,
según el devenir de las estrellas,
si acaso esos murmullos le sugieren
que ésta será su última noche.

Un hombre viejo - ¿ qué hay en su ventana?
Una ventana abierta que le permite ver
un rostro extraño, indefinido,
que aparentara nuevamente ser
un tigre joven otoñal...
Siempre, siempre tomar y nunca dar
cabida a un enemigo rostro en la ventana
que lo visite en su postrera noche...

Un hombre viejo - ¿qué tiene al fin del día?
No será rey ni
sobre su espada
caerá.


Traducción: Gerardo Lewin


David Avidan (1934-1995) nació en Tel Aviv. Está considerado uno de los poetas más importantes de Israel y un importante creador de poesía contemporánea y de vanguardia. La obra de Avidan ha sido ampliamente traducida; se publicaron antologías de su sus poemas en francés, ruso y árabe. Entre sus distinciones: el premio Abraham Woursell de la Universidad de Viena, el premio Bialik y el premio de la oficina del Primer Ministro. Publicó diecinueve libros de poesía, así como también dramas y libros infantiles. Este poema pertenece a su colección "Algo para alguien - Poemas escogidos 1952-1964".

Un agradecimiento especial a Eran Tzelgov por su ayuda en la traducción de este poema (¡¡y por recomendarme leer a Avidan!!)

2 comentarios:

Noctiluca dijo...

ay esas preuntas!!!! ayyy! me quedo con esa que dice ..."¿dónde hallará sus tigres?" ... que belleza! ... Y una mujer que se siente vieja sin serlo, ¿dónde hallará sus garras?

Gerardo dijo...

Hola, Noctulica...¿viste qué lindo poema? Gracias por tu emoción... Y las garras aparecen, querida amiga, en cuanto uno menos lo piensa... Yo, en su caso, no me preocuparía.