malditos son ahora nombres y apellidos.
Esos, que se rieron de nuestra piel,
devinieron ridículos, de lívidos semblantes.
Los que criticaban la forma en que vivíamos
se han vuelto agónicos blancos del desprecio
y los que se negaron a dar explicaciones
hoy ya nada comprenden.
Contemplad a la criatura que ha gestado el tiempo;
a quien desee saber qué traerá,
decidle:
la iniquidad es como el amor,
sólo que engendra
venganza.
Traducción: Gerardo Lewin
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