En lo sombrío discurre el Sambatión,
fluye ante nuestros ojos,
en el lugar en donde el yo, supremo juez,
a todos juzga y dicta llano veredicto.
Gimen allí los muertos, atraviesan temblando
estrecho desfiladero por sobre un mar de sangre
y desde el abismo demonios negros de pesadilla
extienden sus brazos hacia ellos e intentan atraparlos.
Seres sin rostro se lamentan –
¡regresadnos el nombre que ostentábamos!
Fuimos humanos. Ayudadnos, amigos.
El corazón murió, ¿dónde caímos?
Mas si tu pecho siente, observa y calla:
ya el Sambatión abandonó allí su seco cauce.
Traducción: Gerardo Lewin
Nota: el legendario río Sambatión custodiaba el sitio en donde se habían exiliado las diez tribus perdidas de Israel. Se decía que sus furiosas aguas arrojaban piedras a cuantos intentaban atravesarlo y que el único día en que el viajero podía intentar el cruce era cuando el torrente se calmaba para respetar, como un humano, el descanso sabático.
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