Jana murió.
En troncos de árboles y en vestíbulos
han puesto avisos
fúnebres
que convocan a deudos
y a amigos
para que guarden luto por
ella y por sí mismos
y para entrenar a los transeúntes
en la negación de su muerte.
en la negación de su muerte.
El ángel flaco
encargado de cuidar su alma
remolonea en el
patio.
En sus últimos
días quedó ciega,
quizá fue un
castigo por no haber visto nunca
que su mirada hallaba
siempre faltas
en las personas y
en las cosas.
Lo mejor de su
vida lo pasó
en la monotonía,
sus ojos vagando en
busca de defectos.
Al final se puso
blanca y delgada
como un papel,
la llevaron en el
viento,
cuidadosamente
cuidadosamente
la depositaron en la
tierra
como en el envoltorio
de una última carta
que se envió a sí misma.
Traducción: Gerardo Lewin
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