Los yemenitas del campamento
transitorio
solían ir a la casa de mi
abuelo
para sentarse, mudos.
Si alguno entonaba una melodía, los demás aguardaban.
Así crecí, entre aullidos
y silencio.
En estos días le han puesto a mi
padre una línea telefónica.
Está esperando que alguien
llame.
Durante ochenta años callaron, él y sus mayores,
y ahora quiere que se oiga lo que tiene para decir.
Traducción: Gerardo Lewin
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